Vaya por delante que conocer la ciudad y disfrutar de toda su oferta turística y de ocio en un solo día, incluso en tres, no es tarea fácil. Y más si, durante su estancia, coincide con alguno de los numerosos eventos que se celebran a lo largo del año; todavía peor -o mejor, según se mire- si estamos en fiestas.
Lo que aquí planteamos es solo una sugerencia. Recuerde que siempre tiene a mano la Oficina de Turismo, donde recibirá cumplida información sobre lo que necesite y acerca de lo que está pasando en la ciudad durante su estadía. En todo caso, viaje solo, en pareja, en grupo o incluso con niños, la experiencia resultará placentera y confiamos en que inolvidable.
Por la MAÑANA, después de disfrutar de un buen desayuno en cualquiera de las cafeterías especializadas en este menester de la zona histórica, toca hacer una primera aproximación a Vilagarcía. Y esta no puede ser otra que dejarse llevar por sus calles y plazas pero, como decimos por aquí, con “sentidiño”. La ciudad dispone de una Ruta Histórica que, a través de paneles y a modo de estaciones, le irá llevando por los principales puntos de interés. La ruta tiene sentido circular, de manera que puede iniciarla por donde quiera.
A lo largo de la senda verá edificios históricos como la propia casa consistorial; jardines centenarios como los de las plazas de Ravella o España; y otra plaza, la de la Independencia, que nos recuerda un pasado heroico, ya que aquí se levantaron por primera vez los gallegos contra la invasión francesa, pero también los orígenes de la ciudad, pues en ella estuvo el rollo jurisdiccional de los tiempos medievales. Observará igualmente un pazo, un convento y una iglesia que, en su conjunto, el de Vistalegre, están catalogados como monumento histórico artístico; a cinco minutos del anterior, un castro, el de Alobre, que a su singular carácter urbano une el hecho de ser uno de los más importantes yacimientos arqueológicos del Noroeste peninsular. A un paso, el jardín botánico de Valdés Bermejo, con especies traídas de varios lugares del mundo en los años 30 del siglo XX. Viene después la plaza de abastos, un edificio singular de 1929, y a otro paso, la antigua plaza de la Pescadería, una construcción digna representante de la arquitectura del hierro del siglo XIX. Un poco más allá, la Alameda, el lugar de encuentro por excelencia, y sin solución de continuidad, la calle Valentín Viqueira, antigua calle del Comercio, y A Baldosa, el centro neurálgico de la ciudad, otrora plaza de la Verdura y hoy espacio lleno de bares y cafeterías y sus correspondientes terrazas.
La plaza de abastos tiene un atractivo en sí mismo cualquier día, pero recuerde que si es martes o sábado y, por lo tanto, coincide con el mercado, no le quedará más remedio que pulular entre pescados y mariscos, flores y legumbres, quesos y embutidos, ropa y calzado, todo en medio del bullicio que crean los que quieren vender y los que desean comprar.
Perderse, en el buen sentido de la palabra, por la ciudad le llevará buena parte da la mañana, así que llega el merecido descanso. Puede tomarse el aperitivo en la A Baldosa o sus calles aledañas (Romero Ortiz, Méndez Núñez, Juan García, O Castro). Para comer puede optar por estas mismas zonas, especializadas en tapeo, o por uno de los buenos restaurantes del centro o las afueras (consulte “gastronomía”).
Por la TARDE le sugerimos darse una plácida caminata por el paseo marítimo, que a lo largo de casi dos kilómetros une Vilagarcía con Carril, siempre viendo el mar, nunca un coche. A medio camino hay una parada que no debería perderse: el Museo del Ferrocarril. No es un gran espacio museístico, pues ocupa una antigua estación, pero sí tiene un alto valor simbólico: el primer ferrocarril de Galicia se inauguró en 1873 y unía Santiago y Vilagarcía, su puerto natural. El museo se asienta sobre la estación término de aquel primigenio trayecto. Maquetas, vídeos, juegos para los más pequeños, invitan al viajero a transportarse a otro tiempo.
Tras la visita al museo, de nuevo al paseo marítimo. Carril está a un tiro de piedra. Comenzará a ver cómo el arenal está dividido en parcelas marcadas con piedras y estacas. Habrá oído hablar de ellas: son los famosos viveros de la no menos conocida Almeja de Carril. Y en cuanto dé la última curva del paseo, ahí la tendrá: la joya de la corona, la isla de Cortegada, integrada en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas. El espectáculo de los viveros, los barcos y el abrazo de la ría de Arousa con el río Ulla es digno de disfrutar. Lo dice la canción: “Si vas a Carril, nada más llegar, verás Cortegada acostada en el mar, acostada en el mar / cuidando de ella van los marineros, van los marineros, en sus botes de vela”. Y si le coincide con una puesta de sol, será difícil que lo olvide. Así que siéntese en una terraza y tómese algo o, directamente, si ya es de NOCHE, pida la cena, que, si el tiempo acompaña, podrá degustar en una terraza y viendo el mar.
Y para rematar el día, una copa tranquila en el mismo Carril, mirando la bahía iluminada, o bien regrese a Vilagarcía, donde la zona centro, como el puerto deportivo o la avenida de la Marina, disponen de una amplia oferta de ocio nocturno con distintos estilos y para todos los gustos.
Para empezar bien la MAÑANA, otro desayuno exquisito, en este caso en Carril y mirando de nuevo al mar, porque enfrente tenemos a nuestro objetivo para hoy: la isla de Cortegada. Por mediación de algunas de las empresas que ofrecen transporte y visitas guiadas a la isla nos acercaremos a la más pequeña pero también a la más accesible, frondosa y mágica de las Islas Atlánticas. Para no perdérselo: conocerá la evolución de la Corticata que citaba Plinio, las historias de romanos y vikingos, el dominio de un monasterio, la construcción de un hospitalillo y, sobre todo, la comunidad autosuficiente que un grupo de colonos logró crear aprovechando el agua dulce existente en la isla combinándola con la agricultura, el marisqueo y la pesca, todo ello hoy fosilizado en las ruinas de unas casas en las que hace poco más de cien años había niños corriendo y lagares, hórreos y cuadras de uso comunitario funcionando.
Dos senderos perfectamente delimitados le permitirán, siempre sin perder de vista el mar, adentrarse en un bosque de laureles único en Europa, y aventurar lo que pudo haber sido la isla si en 1907 hubiera fructificado la idea de construir un palacio para el rey Alfonso XIII, a quien fue donado este territorio por suscripción popular, aunque el final el monarca optó por La Magdalena de Santander. Y podrá, por fin, disfrutar de sus más de 800 especies de hongos y sus árboles de gran porte, incluido el árbol comepiedras que tendrán que descubrir.
Tras la visita, y de vuelta a Carril, le sugerimos que, con el recuerdo todavía presente de Cortegada y el paseo por el mar, conozca la conservera artesanal de “Los Peperetes”: comprobará de primera mano cómo un producto recién capturado en la ría se convierte, con manos expertas, en otro delicatessen. Como alternativa a la conservera tiene una bodega, Maior de Mendoza, a apenas 3 kilómetros, donde no sólo verá cómo se elabora el afamado albariño sino que podrá disfrutar, mientras lo degusta, de unas inigualables vistas sobre la ría. Después, aproveche para almorzar en el mismo puerto de Carril, bien de tapas, bien de restaurante. Cualquier solución será buena, porque la calidad y la satisfacción las tiene aseguradas.
Por la TARDE, otra propuesta ineludible: el pazo de Rubiáns. Lleve bien preparados todos los sentidos: un pazo del siglo XV construido sobre una torre fortaleza del siglo XII y después reformado en el XVIII para convertirse en el palacio que es hoy, más cercano a un chateaux francés que a un pazo típicamente gallego. Como consecuencia, los jardines, también de estilo francés, le dejarán boquiabierto, no ya por la disposición de sus parterres, por los árboles centenarios o el estanque y sus estatuas, sino también, y sobre todo, por sus más de 4.500 ejemplares de camelias, que por algo el jardín del pazo de Rubiáns cuenta con la calificación de Excelencia Internacional de la Camelia. Y, por si fuera poco, todo rodeado de 25 hectáreas de plantación de albariño que, como el propio interior del pazo, también podrá visitar. Para terminar podrá degustar uno de sus vinos, en una bodega construida en el siglo XVI, o adquirir alguno de los productos de cosmética elaborados con camelias. O las dos cosas.
Tras esta inolvidable visita, y de vuelta a Vilagarcía (apenas 4 kilómetros), toca un nuevo y justo descanso.
De NOCHE, si antes de cenar quiere disfrutar del ocio, no dude en consultar la cartelera del Auditorio, del Salón García o incluso de las 7 salas de cine que le ofrece el complejo que se levanta en el puerto deportivo. Recuerde, en todo caso, que la Oficina de Turismo está siempre a su servicio.
Por la MAÑANA, le animamos a saludar esta última jornada desde Vilaxoán, la tercera de las villas y puertos que conforman hoy Vilagarcía de Arousa. Verá la ría desde otra perspectiva, la que ofrece su flanco sur. Puede desayunar en el puerto o bien acercarse al hotel-pazo Rial, también catalogado como bien de interés cultural y no sin razón, pues es uno de los mejores ejemplos de los pazos de Galicia que se construyeron como dominio de una vasta extensión de terreno dedicado a la explotación agraria. Muy cerca de allí, no deje de visitar la iglesia de Sobrán, un espléndido ejemplo del Románico gallego, unida a otro pazo de inequívocas reminiscencias medievales, también del mismo nombre, Sobrán. A apenas doscientos metros de ambos, tiene la oportunidad de visitar una bodega familiar (Eladio Piñeiro), donde, con vistas de nuevo a la ría, podrá comprobar el proceso de conversión de un racimo de uvas en un caldo que solo se vende por “colección privada”. Tras la visita a la bodega, regresamos al casco histórico de Vilaxoán (apenas 300 metros) para conocer otro pazo, el de Pardiñas, en este caso el contrapunto a los anteriores por ser un palacete netamente urbano.
Tras deambular un rato por las callejuelas, que guardan soberbios ejemplares de arquitectura marinera, con sus característicos patines, ya estará cerca la hora del almuerzo. Vilaxoán ofrece buenas opciones si lo que quiere es disfrutar de auténtica comida casera en un puerto de mar.
Por la TARDE, y teniendo en cuenta que es su última jornada, le proponemos dos opciones, una más relajada y otra más activa, según el ánimo de cada uno. La primera consistiría en regresar a Vilagarcía y subirse al tren turístico para obtener una panorámica de la ciudad desde otro punto de vista o, simplemente, dejarse llevar de nuevo por las calles y plazas peatonales. Si usted es de los amantes del “shopping”, sepa que aquí encontrará de todo, desde establecimientos centenarios a franquicias internacionales, pero también varias gastrotiendas en las que podrá llevarse a su hogar un trocito de su estancia, bien en botella, bien en lata, bien en caja. Pero, en cualquier caso, pura esencia de Vilagarcía y de Arousa.
La otra opción, más activa, consiste en desplazarse hasta Carril para realizar la Ruta Marisquera. Consiste en remangarse los pantalones, literalmente, y meterse en el mar para conocer, de la mano experta de las mariscadoras, cuál es el proceso productivo y extractivo de las almejas y berberechos que más tarde llegarán a su mesa. No se preocupe, las mariscadoras le facilitarán ropa de agua y los aperos necesarios para, por un momento, convertirse en un/a cultivador/a más. Si le es posible, después de la ruta no deje de visitar la lonja local. Seguro que, entre una experiencia y otra, a partir de ese momento apreciará de otra manera lo que después puede adquirir en una plaza de abastos o degustar en un restaurante.
Una vez concluida la inmersión en el mundo (productivo) del mar, le recomendamos subirse al monte Xiabre, a apenas 7 kilómetros de Carril. Allí encontrará un área recreativa, la de Fontefría, en cuyas inmediaciones es más que probable que divise caballos salvajes. En Xiabre podrá practicar senderismo, pero en cualquier caso no puede perderse sus magníficas vistas: la ría de Arousa en toda su extensión, el encuentro de la ría con el río Ulla, la isla de Cortegada, los valles de O Salnés (al sur) y Ullán (al norte), Carril, Vilagarcía y Vilaxoán formando un todo.
Ya por la NOCHE, y haya escogido la opción 1 o la 2, y como fin de fiesta, disfrute de las tapas o de los restaurantes y, a continuación, tómese algo relajadamente en una terraza, mirando al mar. Piense en todo lo vivido en estos tres días. Y a ver cuánto tarda en desear volver.