Levantado en el siglo XV por una familia de hidalgos con solar en Noia –los Caamaño-, sobre una antigua torre fortaleza del siglo XII y luego muy modificado en el XVIII, el actual pazo de Rubiáns es testigo mudo de la historia de la ciudad y hoy un estandarte del turismo enológico y botánico no solo en Galicia sino también en España.
A uno de aquellos Caamaño, don García, debemos la creación de la actual ciudad a mediados del siglo XV, cuando se fundaron otras villas y puertos en el litoral gallego. No sin oposición del Monasterio de San Martín Pinario, con el que mantuvo varios pleitos por los dominios de estas tierras, don García estableció una franquicia son los “moradores” y los “probadores” que entonces se asentaban al puerto, a los que eximió de determinados impuestos a cambio de que se fijasen la población, como así fue.
Desde entonces, la naciente villa siguió su camino, durante siglos a expensas del Marquesado de Villagarcía, creado por los Mendoza y Sotomayor, descendientes de los Caamaño. Y mientras, el pazo de Rubiáns continuó su andadura hasta convertirse en lo que es hoy, un edificio que, tras la reconstrucción del siglo XVIII, más bien recuerda a un chateaux francés que a un pazo gallego. Con todo, sigue conservando sus caballerizas y sus cuadras, su bodega y su capilla, que sí son las originales del siglo XVI, aunque hoy readaptadas, especialmente las tres primeras, al centro de enoturismo en el que se ha convertido.
Tras las reconstrucciones del s. XVII recuerda más a un chateaux francés que a un pazo gallego
Acomodándose a los nuevos tiempos, el pazo no sólo permite las visitas, incluidas las de algunos espacios interiores, sino que facilita la celebración de los más diversos eventos. Cuenta con bodega y tienda en la que se pueden adquirir desde vinos a productos cosméticos derivados de la camelia. Porque aquí se halla el otro aliciente del pazo de Rubiáns: su jardín histórico. No en vano, fue el primero de Galicia en obtener el galardón de Excelencia Internacional de la Camelia.
Un paseo por el jardín es un imprescindible no sólo del turismo en Vilagarcía sino en Galicia. Junto a enormes eucaliptos, magnolios, calocedros, criptomerias o alcanfores, senderos y parterres de estilo francés nos invitan a dejarnos deslumbrar por los más 4.500 ejemplares de camelia.
Y alrededor de todo el recinto, una vasta extensión de viñedo (nada menos que 25 hectáreas) en un paraje envidiable para la producción de un vino: suelos graníticos poco profundos en una ladera orientada al sur. El resultado: unos vinos “de pago” (“Pazo de Rubianes” y “García de Caamaño”) e incluso “de parcela” (el denominado “1411”, en recuerdo de la fecha de construcción del pazo), que han recibido numerosos reconocimientos.